
Hay acuerdos que se firman. Y hay acuerdos que marcan época.
El Marco para un Acuerdo de Comercio e Inversión Recíprocos entre Argentina y Estados Unidos no es solo un pacto bilateral: es una señal. Una señal de reposicionamiento, de tensión institucional y de oportunidad estratégica.
Más allá de los titulares sobre reducción de aranceles o apertura de mercados, lo que está en juego es mucho más profundo: la arquitectura regional, la modernización operativa y el liderazgo continental.
Alcance técnico y operativo.
El acuerdo incluye medidas concretas que elevan el estándar institucional y operativo del comercio bilateral:
– Reducción de aranceles para productos argentinos estratégicos (carne vacuna, lácteos, farmacéuticos no patentados).
– Acceso preferencial para exportaciones estadounidenses (maquinaria, dispositivos médicos, agroindustria).
– Eliminación de barreras no arancelarias, simplificación de registros sanitarios y certificaciones electrónicas.
– Reconocimiento mutuo de estándares, con impacto directo en alimentos procesados, vinos y TIC.
– Compromisos laborales, ambientales y digitales, que alinean a Argentina con marcos regulatorios avanzados.
Estas disposiciones no son meramente técnicas. Son señales de convergencia institucional y de voluntad política para facilitar el comercio con reglas claras, interoperables y modernas.
Facilitación aduanera: impacto concreto.
El acuerdo también introduce reformas estructurales en la gestión aduanera argentina:
– Eliminación de la consularización de documentos
– Inclusión de couriers como Operadores Económicos Autorizados (OEA)
– Sistema de pago mensual consolidado para tributos aduaneros
– Procesamiento anticipado de mercaderías vía Ventanilla Única, con protección de datos sensibles.
Estas medidas colocan a la Argentina en una senda de facilitación comercial real, con impacto directo en costos, tiempos y previsibilidad.
Lo económico: sectores que ganan, regiones que se activan.
Como bien señala Gustavo Scarpetta, el acuerdo tiene un “enorme impacto económico”. Se abren oportunidades concretas para sectores como el vino, la miel, la carne y la tecnología.
“Las exportaciones impactan mucho en la ciudad donde se produce. Generan empleo, servicios conexos y atracción de inversiones.”
La proyección de exportaciones a EE.UU. por 6.000 millones de dólares no es una utopía. Es una meta alcanzable si se articula bien la política comercial con la producción regional y la logística inteligente.
Según eDairyNews, se agilizan trámites para exportar quesos, leche en polvo y sueros, reduciendo costos y aumentando previsibilidad sanitaria.
Lo estratégico: inversiones y balanza comercial.
Estados Unidos representa el 18 % del total de inversión extranjera directa en Argentina.
De ese total:
– Un tercio se concentra en petróleo y gas.
– El resto se distribuye entre energía, alimentos y bebidas, y sector metalífero.
La balanza comercial bilateral muestra:
– Exportaciones argentinas a EE.UU.: 8,5 % del total nacional.
– Importaciones desde EE.UU.: 11,7 % del total nacional.
Argentina le vende:
🔹 Energía
🔹 Alimentos y bebidas
🔹 Productos metalíferos
Argentina le compra:
🔹 Insumos industriales
🔹 GNL y gasoil
🔹 Bienes metalmecánicos
Este acuerdo no solo busca mejorar el acceso comercial. También apunta a “profundizar la inversión bilateral”, con foco en sectores estratégicos y reglas claras para el intercambio.
Lo que Argentina cede: apertura y compromisos.
Todo acuerdo implica reciprocidad. Argentina también abre su mercado y asume compromisos relevantes:
– Apertura a productos estadounidenses como aves de corral, carne vacuna y quesos
– Acceso preferencial para medicamentos, maquinaria, vehículos y dispositivos médicos
– Eliminación de licencias de importación y restricciones técnicas
– Reconocimiento de denominaciones de origen sin reservas
– Compromiso de no aplicar subsidios industriales distorsivos
– Alineamiento con estándares regulatorios estadounidenses
Estas cesiones deben ser acompañadas por políticas de desarrollo productivo, vigilancia técnica y estrategias sectoriales que aseguren competitividad local.
Lo institucional: ¿se rompe el Mercosur?
No. Pero se tensiona.
El acuerdo desafía el principio de negociación conjunta del Mercosur. Como advierte Félix Peña, no hay violación formal, pero sí una señal política clara: **la necesidad de repensar el modelo de integración**.
¿Seguimos esperando consensos eternos o habilitamos liderazgos estratégicos?
¿Defendemos una unión aduanera incompleta o construimos una plataforma flexible y moderna?
La cumbre de Foz de Iguazú será clave. Argentina propone abrir el Mercosur a negociaciones bilaterales. ¿Será el inicio de una nueva etapa o el punto de quiebre?
Lo geopolítico: reposicionamiento continental.
El presidente Donald Trump ha definido este acuerdo como una “alianza estratégica bilateral”.
Argentina no está rompiendo el Mercosur. Está marcando el ritmo.
Está diciendo que quiere jugar en las grandes ligas.
Y que para eso necesita acuerdos que combinen apertura, previsibilidad y modernización.
Este pacto con EE.UU. no es un punto final. Es un punto de inflexión.
Nos obliga a pensar en grande, a integrar lo técnico con lo estratégico, y a construir una política comercial que no sea solo defensiva, sino proactiva.
Reflexión final.
El Mercosur no se rompe.
Se tensiona. Se redefine.
O se vuelve irrelevante.
Y en ese proceso, Argentina tiene la oportunidad –y la responsabilidad– de liderar.
Este acuerdo no es solo una oportunidad comercial. Es una invitación a repensar la integración regional, a modernizar nuestras instituciones y a posicionarnos con inteligencia en el nuevo mapa del comercio global.
Mgter. Gustavo Fadda
Especialista en Comercio Internacional



