El libre comercio ha muerto, larga vida al libre comercio – Ec. Eugenio Marí

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Finales de año es una época de reflexión y, para no ser menos, hablemos seriamente, hablemos del futuro del comercio internacional. En los últimos años cada vez más han sido las voces en contra del libre comercio: políticos, académicos, periodistas, líderes empresariales y sindicales. En todos los ámbitos nos encontramos con referentes que impulsan una visión económica nacionalista y proteccionista. Además, nos encontramos con que sus argumentos reflejan problemáticas reales que influyen directamente sobre la vida de los ciudadanos: la destrucción de empleos (en especial en la industria manufacturera), las prácticas desleales de algunos países, la desigualdad económica, sólo por citar algunos.

 

Las propias democracias occidentales, que fueron las patronas del libre comercio en el último siglo, parecen estar ahora rechazando su creación: la guerra comercial iniciada por Estados Unidos, el Brexit, los movimientos anti Unión Europea, la parálisis de la Organización Mundial del Comercio.  Todas estas señales hacen pensar que la era del libre comercio está por terminar. Algunos analistas incluso hablan del surgimiento de un nuevo orden mundial, uno donde los nacionalismos vuelven a ocupar un lugar de liderazgo.

 

Pero, si el libre comercio, tan exitoso después de la Segunda Guerra Mundial y hasta principios del siglo XXI, va hacia su desaparición, entonces vale la pena preguntarnos ¿y después qué? ¿Debemos reordenar nuestra política comercial? ¿Acaso es necesario preparar nuestras capacidades productivas para un colapso en los flujos comerciales internacionales? ¿Hay que refundar el Mercosur?

 

No dramaticemos. Todavía es prematuro dar por muerto al libre comercio. En los últimos dos años se han firmado los 3 mayores acuerdos comerciales de la historia: el RCEP (Acuerdo de Asociación Económica Integral Regional), el CPTPP (Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico) y el USMCA (firmado entre Estados Unidos, México y Canadá). Además, el continente africano ha dado un paso decisivo en pos de la liberalización comercial con la firma del acuerdo constitutivo del Área Continental Africana de Libre Comercio, el mayor bloque de integración mundial por cantidad de miembros. Mientras que en nuestra región hemos visto consolidar la tendencia aperturista de los países de la Alianza del Pacífico y una dinamización de la agenda de integración del Mercosur.

 

Pero la crisis internacional derivada de la pandemia del Covid-19 promovió la adopción de medidas proteccionistas a medida que los Estados protegieron sus mercados internos de la competencia internacional, ¿no? No. El último reporte de la OMC muestra que en 2020 los países implementaron el menor número de medidas restrictivas del comercio desde 2012. Además, estas medidas afectaron 41% menos comercio que en 2019 (US$ 441 mil millones en 2020 contra US$ 747 mil millones el año anterior). La conciencia política, o la necesidad económica, sobre la importancia del comercio parecen seguir fuertes.

 

De hecho, la interrelación económico-comercial que existe entre las economías de hoy en día hace que sea más costoso que nunca darle la espalda al comercio. Las denominadas cadenas globales de valor son el reflejo de un mundo que está interconectado como nunca antes. La fuerte caída de la actividad económica este año también ha fortalecido la visión de que el comercio es la vía para la recuperación y la reducción de la pobreza. Bajo este prisma, el libre comercio llegó para quedarse.

 

Sin embargo, el proceso de integración comercial futuro no será igual a lo que vimos en el último siglo. La creciente competencia internacional entre los países, incluyendo a actores como Estados Unidos, China, la Unión Europea, Rusia, India, Japón y Brasil, entre otros, favorece una aproximación bilateral a la cuestión comercial. Los grandes foros multilaterales como la OMC pierden fuerza al paso que los intereses entre sus miembros empiezan a chocar.

 

Una posibilidad cierta es que el mundo profundice su avance hacia un sistema de “libre comercio fragmentado”, donde los mega acuerdos regionales establezcan preferencias comerciales con aliados estratégicos, por ejemplo las negociaciones entre EE.UU. y la UE, y otros socios clave para la continuidad de las cadenas productivas, como es el caso del RCEP, que incluye a China y Japón. En este camino se seguirán mezclando las contradicciones que vemos ahora, donde las naciones impulsan medidas proteccionistas y de liberalización en simultáneo, priorizando algunos vínculos por sobre otros. No obstante, la evidencia hasta ahora también nos dice que en este proceso la tendencia es hacia una mayor integración y comercio.

 

Para una economía como la Argentina, posicionada como una de las más cerradas y con menor comercio a nivel mundial, es importante lograr una correcta interpretación de la realidad geopolítica actual. Las acciones proteccionistas que se observan a nivel internacional no pueden convertirse en la excusa para que el país no sea parte de un proceso de integración que no se detiene. Esto tampoco implica que las estrategias exitosas del pasado sean las mismas del futuro.

 

Como a los monarcas de antaño, al libre comercio del siglo XX le está sucediendo el libre comercio del siglo XXI, con sus diferencias sí, pero libre comercio al fin de cuentas. Por eso decimos: el libre comercio ha muerto, larga vida al libre comercio.

 

 

Ec. Eugenio Marí

Economista. Docente de Economía Internacional UCEMA.

Diciembre 2020