Incompatibilidades en la estrategia argentina y riesgo de sanciones comerciales – Incremento exportador / Sustitución de importaciones – Ec. Eugenio Marí

0
121

 

 

En este marco de fuerte caída e incertidumbre sobre la evolución del comercio internacional, el gobierno argentino se ha planteado el objetivo de fomentar un crecimiento exportador que impulse la recuperación económica en la post pandemia.

 

Desde la Cancillería, ministerio que ahora concentra las diferentes competencias en materia de comercio internacional, se lanzó el Consejo Público Privado para la Promoción de las Exportaciones. La iniciativa fue creada oficialmente a través de la resolución 136/2020 y su primera reunión de trabajo se realizó a finales de agosto. Entre sus objetivos se encuentran mejorar la competitividad del sector exportador, definir nuevos mercados, ordenar la oferta exportable, potenciar la Marca Argentina y ampliar la cantidad de firmas exportadoras.

 

El organismo está integrado por entidades empresariales de todo el país y se divide en 14 mesas de trabajo: economías regionales, pesca, cereales y oleaginosas, industria de la transformación, cárnico, productores de bienes de capital, frutícola, industria química, minería y petróleo, industrias culturales, industrias alimenticias, nuevas tecnologías y servicios, automotriz e indumentaria.

 

Con este lanzamiento, el sector público ha dado una importante señal al reunir a los diferentes sectores económicos argentinos para priorizar acciones tendientes a incrementar la oferta exportadora. De resultar exitosa, esta estrategia tendrá beneficios de corto, mediano y largo plazo para el país, redundando en una mayor generación de empleo, federalización productiva y reducción de la pobreza.

 

Sin embargo, también es necesario reconocer que el resultado final de esta estrategia no dependerá solo de los esfuerzos que se realicen en esta mesa de trabajo, sino también de las demás acciones argentinas, y de las acciones y reacciones de nuestros socios comerciales.

 

En este sentido, resulta necesario analizar cuáles son los potenciales impactos de una segunda estrategia que también se ha planteado desde el sector público argentino: la sustitución de importaciones. Aunque no ha sido formalizada, diversas medidas apuntan a que hay una cierta tendencia a restringir ciertos flujos importadores.

Las conclusiones de la última encuesta de la Cámara Argentina de Comercio (CAC) ya muestran señales en este sentido. En ella se observa que las autorizaciones y permisos estatales son las principales dificultades que están enfrentando hoy los importadores, en particular los retrasos en las autorizaciones de las Licencias No Automáticas de importación.

 

La existencia de este mecanismo es acorde a la normativa internacional, encontrándose contemplado su uso en los “Acuerdos A1” del Acuerdo de Marrakech sobre “Procedimientos para el Trámite de las Licencias de Importación” (incorporados a la legislación nacional mediante ley 24.425). No obstante, la normativa también exige la presencia de procedimientos claros y plazos de tramitación de las licencias que no podrán superar los 60 días. Es en estos aspectos donde Argentina ha comenzado nuevamente a evidenciar falencias, convirtiéndose las licencias de importación en una preocupación creciente para las empresas argentinas.

 

Hay que recordar que acciones de este tipo ya han tenido consecuencias para el país. Durante el año 2012, Estados Unidos (DS-444), Japón (DS-445) y la Unión Europea (DS-438), entre otros países, denunciaron a Argentina por la imposición de medidas que perjudicaban la normal importación de bienes. Recién en diciembre de 2015, luego de un fallo del Órgano de Solución de Diferencias de la OMC, la situación volvió a normalizarse.

 

Por otro lado, también se pueden mencionar las nuevas normativas del BCRA sobre acceso de los importadores al Mercado Único y Libre de Cambios. La Comunicación A-7030, que entró en vigencia en junio de este año, encendió las alarmas de la industria e importadores al establecer limitaciones y requisitos para el acceso a dólares para el pago de importaciones.

 

Teniendo en cuenta estos antecedentes, es necesario alertar sobre un riesgo latente para Argentina: la estrategia de incremento exportador es crecientemente incompatible con la estrategia de sustitución de importaciones. Mantener o profundizar una política comercial de restricción de importaciones implicará confrontar con nuestros socios comerciales y con los exportadores, golpeando a las propias exportaciones que se intenta impulsar.

 

¿Por qué decimos esto? Primero, porque el 80% de las importaciones argentinas están integradas por insumos productivos. Estos son bienes de capital, sus piezas y otros bienes que en gran parte son utilizados directamente por las empresas exportadoras o por empresas que son proveedoras de estas últimas. Si se aumentan los costos para los importadores de estos insumos se generará uno de dos efectos: encarecimiento de bienes clave para los procesos productivos o, directamente, el desabastecimiento de insumos importados para los cuales no hay ningún tipo de sustituto nacional. Bajo cualquier caso, el aumento de costos que el Estado genere sobre las importaciones al final del día terminará trasladándose a las empresas exportadoras, reduciendo su competitividad y su capacidad de posicionarse en los mercados externos.

 

Segundo, porque las medidas restrictivas de las importaciones impactan negativamente a nuestros socios comerciales. En 2019, el ahora presidente del Uruguay, Luis Lacalle Pou, expresó claramente esta visión cuando hizo referencia a las trabas a las importaciones que implementó Argentina entre 2011 y 2015: “…parece que nos olvidamos que funcionarios de primer nivel del gobierno argentino terminaron con algunas industrias que empleaban casi 500 mujeres en el sur de nuestro país, de confección que no pudimos exportar a Argentina”.

 

La cuestión a tener en cuenta es que, en el escenario internacional, se manejan reglas de reciprocidad. La apertura de oportunidades y mercados para las exportaciones argentinas también depende de las oportunidades y mercados que abra Argentina. Análogamente, el cierre del mercado argentino promueve el cierre de los mercados de exportación. En consecuencia, pretender una política de restricción de las importaciones junto a la apertura de nuevos mercados que impulsen nuestras exportaciones es algo contradictorio.

 

Un factor adicional a considerar es la crisis del sistema multilateral del comercio y la creciente unilateralidad en las medidas comerciales. La OMC se encuentra en medio de un proceso acelerado para elegir un nuevo director general, enfrentando una necesidad de reforma sin consenso, y con un Órgano de Solución de Diferencias paralizado. Para Argentina, la disminuida credibilidad del organismo para velar y hacer respetar las reglas del comercio internacional eleva el riesgo de reacciones unilaterales contra las exportaciones del país.

 

Desde la Cancillería argentina se ha expresado esta visión realista del comercio. «Si no somos capaces de abrir algunos espacios en nuestro nomenclador arancelario vamos a tener limitaciones muy importantes en el resto del mundo, sobre todo en el marco de la pandemia donde todos los países están viendo con muchísimo cuidado el tema de sus mercados internos y la protección», dijo en agosto el Secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, Jorge Neme.

 

Hay varias iniciativas en curso que requieren un enfoque de este tipo y que tienen la capacidad de potenciar las exportaciones argentinas: el Acuerdo Mercosur-UE, las negociaciones Mercosur-Canadá, y las negociaciones para aperturas de mercados agroindustriales, entre otras.

 

La fragilidad competitiva del país refuerza la idea de que nuestras empresas no pueden darse el lujo de que se avance en una política de confrontación que provoque el cierre de mercados. Por el contrario, se necesita el apoyo de una diplomacia activa que abra nuevas oportunidades de exportación y que priorice los intereses argentinos sin olvidar su interdependencia con los intereses de los demás países.

 

La pregunta que queda pendiente es cuál de estas dos visiones será la que guíe la política comercial argentina.

 

Ec. Eugenio Marí

Economista y Docente de Economía Internacional UCEMA

Septiembre 2.020