Un dato poco conocido es que las cantidades exportadas crecieron más durante el período 1991-2001 que en la década 2002-2011. En el primero aumentaron 135%, mientras que en el segundo 33%. Nótese que cuando se habla del primer período se lo asocia a un tipo de cambio “apreciado”; mientras que el segundo se suele vincular a un tipo de cambio “competitivo”.
La realidad es que tener un tipo de cambio alto en términos reales no contribuye al crecimiento exportador de mediano-largo plazo. Es más, la experiencia indica que el aumento sostenido de las exportaciones viene de la mano de una apreciación, también sostenida, del tipo de cambio. En cambio, lo que sí es determinante es cuál es el tipo de régimen cambiario. Para Argentina, esto significa pensar si tenemos ‘cepo cambiario’ o un mercado único y libre.
Lamentablemente, más de un debate de las últimas semanas se ha volcado a la necesidad de tener un “dólar competitivo”. El argumento es algo así, el BCRA debería convalidar un nuevo salto cambiario (lo que erróneamente se llama devaluación) para “mejorar” el tipo de cambio que reciben los exportadores, que estaría atrasado en términos reales. Es lo mismo que decir que Argentina se tiene que abaratar en dólares para que podamos exportar. Un argumento que se esgrime en el país donde el salario promedio del sector privado registrado bajó de 1.700 dólares en 2017 a 400 en 2023. ¿El salario en dólares tiene que caer todavía más?
La respuesta es que no. Para exportar no se necesita un tipo de cambio real “alto”, se necesita tener reglas de juego propias de una economía abierta y competitiva. Competitividad que se deriva de la inversión y la innovación. Para lo que lo más relevante es cuál es el régimen cambiario. El ´cepo’ es enemigo de la rentabilidad y la inversión, y por eso sostenerlo va en detrimento del desarrollo exportador.
En los próximos meses, lo más probable es que veamos una nueva rectificación en el régimen cambiario argentino. El actual es simplemente de transición, a medida que se toman las medidas para alcanzar el equilibrio fiscal, se sinceran los precios que estaban artificialmente regulados, se ordenan los stocks heredados de deuda, y se avanza lo más posible en reformas para aliviar la presión regulatoria y transparentar los mercados.
No hay que caer en ilusiones monetarias. Los controles a los movimientos internacionales de capitales y las restricciones para el acceso al mercado de cambios son lisa y llanamente incompatibles con la inversión, el crecimiento económico, la expansión de las exportaciones, la acumulación de reservas y la baja de la inflación de manera sostenible. Por este motivo, esperar que el gobierno actual los mantenga durante la mayor parte de su mandato es equivalente a pensar que va a repetir los errores de su predecesor.
Creemos que hay un mayor entendimiento de este problema, y que, por eso, más temprano que tarde, se irá hacia un verdadero mercado único y libre de cambios. Un nuevo salto cambiario que no vaya de la mano de una unificación significaría que el país sufriría un nuevo shock de precios, sin ninguno de los beneficios reactivantes que tendría la normalización del mercado de cambios. Para el gobierno sería una señal a favor del parche en lugar del cambio de fondo y dejaría a más de un inversor dudando sobre cómo será la política cambiaria futura. La clave es continuar en el sendero de las reformas de fondo.
Ec. Eugenio Marí
Febrero 2.024
Economista Jefe de la Fundación Libertad y Progreso y Docente de Macroeconomía en la Universidad del CEMA.