PARADIGMA MICROFINANZAS
por Lic. Bruno Alejandro Gagliardo (*)
Al habérsele concedido en 2006 el Premio Nóbel de La Paz a Muhammad Yunus, la industria de las microfinanzas en general, y el microcrédito en particular, recibieron a nivel mundial su justo reconocimiento.
Las microfinanzas, son uno de los instrumentos más importantes en la lucha contra la pobreza y la exclusión social, ayudando a los más humildes a reducir su vulnerabilidad frente a las contingencias, a aumentar la productividad, incrementar sus ingresos y mejorar la calidad de sus vidas y la de sus familias. Además, refuerzan el capital social (en la medida que se estimula la participación grupal y las relaciones de apoyo colectivo) y contribuyen al desarrollo de las capacidades y de la autoestima del prestatario (esto es muy importante; es la gran diferencia que presentan las microfinanzas con respecto de la alternativa asistencialista).
No existe todavía un consenso en torno a una única y universal definición conceptual del término microfinanzas, pero puede decirse que son la prestación de servicios financieros especialmente diseñados a personas o grupos cuyo acceso a los sistemas financieros tradicionales es limitado o inexistente en virtud de su condición socioeconómica. Dichos servicios financieros incluyen microcréditos, ahorros, microseguros, remesas, entre otros. Estos servicios financieros pueden complementarse también con servicios no financieros, los cuales se engloban básicamente en Servicios de Desarrollo Empresarial (capacitación, asistencia técnica, apoyo en área clave, etc.) y Servicios Sociales (salud, educación, etc.), estos últimos centrados en el bienestar de los clientes/prestatarios.
El microcrédito es el más conocido de los servicios microfinancieros, y si bien tampoco se ha arribado aún a una definición única de este concepto, podemos entender al microcrédito como un préstamo de bajo monto que está orientado a microempresarios de bajos recursos y, muy habitualmente, informales. El microcrédito se utiliza para el desarrollo de las actividades de producción y comercialización, por encima de actividades de consumo, aunque a veces se mezclan estas dos actividades. Es de uso intensivo de información, en vez de garantías reales. Esta es una gran diferencia respecto del sistema financiero formal, donde las garantías reales son realmente el núcleo de lo que respalda el préstamo. En las microfinanzas las garantías tienen más una naturaleza moral – es tanto más importante entonces el conocimiento de la persona, el entender su entorno, el saber qué es lo que necesita, qué es lo que puede dar. Y justamente como la garantía es más moral que real, están basados casi exclusivamente en la confianzas y en la reputación, lo que genera que esta industria de microcréditos sea muy distinta de la industria financiera tradicional, ya que es una en la que se dispersa el riesgo entre miles y miles de operaciones, que requieren personal muy entrenado y en contacto permanente con los clientes/prestatarios (modelo relacional).
Es muy importante entender que las microfinanzas no son lo mismo que finanzas pequeñas o muy pequeñas. Esto por un sin número de razones: en primer lugar porque los microemprendedores en Argentina, y en toda la región, con mucha frecuencia suelen ser individuos pobres, que por lo tanto no tienen garantías reales, y en la mayoría de los casos viven en la informalidad, lo cual se transforma en un problema muy frecuente en estos países y de solución muy poco satisfactoria. Los préstamos son de muy difícil estandarización por la heterogeneidad de los clientes y de los recipientes de los préstamos. Los proyectos son difíciles de evaluar: no hay balances en la mayoría de los casos, no hay libros, no hay maneras científicas de proyectar ingresos y de evaluar costos, y allí es donde el rol del evaluador (oficial de créditos) y el seguimiento, se hace tan importante. Son créditos como dijimos antes de bajo monto, y por lo tanto de altísimos costos unitarios. Esta es una industria muy particular y la tecnología que soporta la industria de microcréditos es muy distinta de la tecnología tradicional del sistema financiero.
El microcrédito trabaja fundamentalmente con 3 metodologías crediticias: crédito individual, grupo solidario, o bien banca comunal.
Con la metodología de grupos solidarios el préstamo es solicitado y tramitado por un grupo de personas (generalmente 4 a 6 personas), que responden solidariamente al crédito. Es decir, en caso que algún miembro del grupo no devuelva su parte, el resto tienen que hacerlo por él. Ello hace que los miembros del grupo ejerzan presión incentivando a que cada uno cumpla con su pago. En los grupos solidarios el plazo promedio del crédito es menor a 180 días y los cobros se realizan con una frecuencia mayor, siendo semanales o quincenales. Esta metodología grupal posee una disciplina muy estricta de cumplimiento, busca la eficiencia (economías de escalas) a través de la tecnología de centros (reunión de grupos), donde en un mismo lugar y al mismo tiempo se llega a atender a un mayor número de microemprendedores.
En el caso de los préstamos individuales el crédito es solicitado por una única persona, que responde ante la institución en la devolución del capital e intereses del préstamo. Generalmente es utilizada en determinadas zonas donde los emprendedores no se encuentran en los estratos de mayor pobreza y sus microemprendimientos tienen cierto nivel de maduración.
Los bancos comunales (BC) se llevan a cabo a través de una institución de microfinanzas (IMF), la que se responsabiliza de la organización del banco comunal y de sus órganos directivos, así como de la capacitación de sus miembros. El BC es una organización autogestionaria, integrada por entre 10 y 15 socias (mayoritariamente mujeres) que tienen a su cargo una actividad económica. Por intermedio del banco comunal y del aval solidario, las microemprendedoras solicitan créditos a la IMF, con el fin de invertirlos en sus respectivas actividades económicas. Por dicho préstamo se cobra una tasa de interés. Las cuotas se abonan en cada reunión de educación y pago (generalmente quincenales), se componen de: devolución de capital, pago de intereses y ahorro programado.
Al igual que los grupos solidarios, el programa no sólo se propone brindar servicios crediticios a microemprendedoras, sino al mismo tiempo fortalecer la autoestima de las socias de los BC, promocionar la cultura del ahorro y dinamizar procesos de capacitación continua que favorezcan el desarrollo de habilidades y destrezas para la mejora de la organización de los BC, de las actividades económicas de las socias y la dinámica de trabajo en equipo. El monto del crédito es escalonado.
En el desarrollo de las microfinanzas han sido las ONGs las pioneras en identificar la amplia y no abastecida demanda de servicios microfinancieros originalmente en los países en vías de desarrollo, para lo cual luego se han ido sumando otros actores como los bancos comerciales o entidades financieras no bancarias (a traves del mecanismo denominado “downscaling”) y el Estado, entre otros.
En la actualidad, son aproximadamente 8 millones el total de clientes de las IMFs en América Latina y el Caribe. A su vez, encontramos alrededor de 50 IMFs con más de 20 mil clientes cada una de ellas, estando estas IMFs distribuidas en diferentes países y no concentradas sólo en un par de ellos. Perú, Bolivia y Ecuador son los países con mejores condiciones para el sector de las Microfinanzas de la región ([1]).
En cuanto a la situación de las Microfinanzas en Argentina, la realidad nos muestra que todavía estamos en una etapa incipiente de desarrollo, siendo al día de la fecha una industria en maduración y relativamente nuevo, en el cual la mayoría de las IMFs tienen una antigüedad no mayor a los 10 años.
Los datos que se presentan a continuación pueden servir para magnificar del peso de esta industria en el mercado local:
- 50.000 microcréditos en todo el país, con una cartera estimada AR$ 100 millones y repartida entre 98 instituciones.
- Diversidad de modelos institucionales: SA, ONGs, downscaling de bancos y emprendimientos parroquiales. Existe mayor cantidad de ONGs con fines sociales pero con menor peso relativo: 36 % de la cuota del mercado, respecto a las SA.
- 13 IMFs concentran el 65% de los microcréditos y las 89 restantes el 35%. Sólo 21 IMFs tienen más de 200 clientes y 15 tienen más de 1.000 clientes. El conjunto de las instituciones de microfinanzas (IMFs) tiene hoy una cartera equivalente al un poco mas de una sucursal bancaria.
- Sector muy incipiente y heterogéneo, que cubre sus pérdidas con donaciones y/o subsidios públicos. Penetración de mercado: 3% ([2]).
Y para terminar, quiero dejarles la inquietud de lo que a mi parecer son los principales obstáculos para el desarrollo de las microfinanzas en nuestro país, por lo que es en estos puntos donde se debería focalizar el trabajo:
- Falta de fondeo.
- Alto costo impositivo.
- Obstáculos legales / Marco regulatorio adverso.
- Falta de profesionalización, capacitación y educación de los agentes de cambio.
Lic. Bruno Alejandro Gagliardo
bruno_g@fibertel.com.ar
Octubre 2009
(*) Bruno es Licenciado en Administración de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, donde en la actualidad se desempeña como Ayudante de Trabajos Prácticas en las temáticas relacionadas a la Ética para el Desarrollo, gracias a su participación en el Programa “Amartya Sen” organizado por la misma casa de estudio.
Además, es parte del staff de la Fundación ANDARES (que trabaja para el desarrollo de las microfinanzas en la Argentina), desempeñándose en el equipo de Fortalecimiento a Instituciones.