Hace unos meses y frente a la crisis, nos planteábamos en estas páginas la necesidad de planificar y tener una visión y objetivos claros de hacia dónde ir, ya que planificar permite establecer un horizonte previsible que guie la gestión de lo público y genere reglas claras que faciliten la gestión del sector privado.
Sin pretender ser original en mi postulado, un plan, además de ordenar y secuenciar acciones, facilita la cooperación y la comprensión de los equipos que deben implementar políticas y, además, contribuye a que la sociedad sume su esfuerzo a los objetivos que aspiramos lograr.
La falta de un pensamiento estratégico y de planes, genera confusión y más aún cuando es necesario enfrentar situaciones de crisis donde se requiere liderazgo y rumbo para sortearlas. Planificar ayuda a reducir la incertidumbre y a poner el orden necesario para superarla.
Nos hemos acostumbrado a que gran parte de la dirigencia política asuma responsabilidades de gobierno sin proyectos definidos, en donde el único plan estructurado y con objetivos claros es ganar elecciones y acceder al poder. Esto no sería reprochable si esa misma dirigencia que accede al poder tuviera planes de gobierno, y más aún, equipos capaces de pensar, proyectar y planificar la gestión de lo público en escenarios que presentan un cierto nivel de adversidad.
Cuando no está claro el camino y no se sabe “adónde ir ni como ir”, la dirigencia se aferra a lo conocido, a lo que parece ser lo menos riesgoso y surge la improvisación como método. Al mismo tiempo la sociedad se cierra, se protege con sus propias armas y reduce sus potencialidades. El resultado ya lo conocemos.
Más allá de las ideologías y de los proyectos políticos que pueden diferenciar a nuestros dirigentes, notamos una creciente y preocupante convicción de que no existe la necesidad de planificar y que es suficiente con gerenciar la coyuntura para gobernar y superar los problemas a medida que se presentan. Una cultura cortoplacista.
Sin poder definir con gran precisión porque se aspira a gobernar, como ciudadanos, asumimos que la política presupone la articulación de decisiones por parte de aquellos que detentan el poder para organizar mejor una sociedad y para el logro de objetivos, al menos, relacionados con el progreso y mejorar la calidad de vida.
También tenemos la expectativa de que aquellos que aspiran a gobernar tengan un proyecto superador para los problemas de la sociedad y que su postulación para dirigirnos no obedezca a ambiciones de poder, a una carrera de militancia partidaria o a necesidades personales.
Nos hemos hecho especialista en decidir rápido y afrontar lo contingente y eso no es una virtud, sino el signo de haber abandonado el pensamiento estratégico y en convertirnos en improvisadores. La falta de planes con indicadores de eficiencia nos llevó a la falsa creencia de que resulta exitoso un proyecto, por el mero hecho de presentarlo y no por los resultados que produce. Esta cultura nos lleva a medir todo políticamente y no objetivamente.
Según varios autores, el pensamiento estratégico es aquel que se plantea un fin, analiza los medios con los que cuenta para llegar a él, y luego los dispone de tal modo que faciliten su alcance. El plan, es una herramienta que permite alcanzar ese fin.
Es cierto que muchas veces las crisis dan por tierra con lo que sabíamos, con nuestros planes y los tornan ineficaces; también es cierto que las crisis destruyen certezas y nos obligan a replantear y repensar lo que resultaba eficaz.
Tan cierto como que la falta de planes en tiempo de crisis puede derivar en caos y que la tendencia a atender únicamente aquello que es urgente en detrimento de aquello que resulta importante para la sociedad y el futuro es lo que nos llevó al estancamiento y a la decadencia en las últimas décadas-
Sin querer polemizar con Antonio Machado y con Serrat que nos invitan a través de su arte al famoso “caminante no hay camino / se hace camino al andar”, creo que las sociedades responsables construyen futuro y los caminos para alcanzarlos.
Marcelo Rozas Garay
Coronel (Ret) y Licenciado en Estrategia y Organización
Ex Subsecretario de Reducción del Riesgo de Desastres
Diciembre 2.020