Presidente Mujica: “Para fundir a una empresa no se necesita otra cosa que no invertir”

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El Presidente José Mujica, en su participación en el Segundo Seminario Internacional de Empresas Públicas inaugurado este martes, reflexionó sobre el origen del Estado y el papel histórico de estas empresas, que para subsistir y ser competitivas tienen la necesidad de invertir permanentemente, “más que en sueldos y parrandas”. En caso de no incorporar «nuevas tecnologías, están condenadas a la parálisis y a desaparecer”, dijo.

Mujica felicitó la iniciativa de organizar un seminario sobre empresas públicas, actividad que consideró un aporte para “salir del pensamiento rutinario y de los lugares comunes”.

Reconoció que las empresas públicas siempre han tenido un gran peso en la génesis del Uruguay y se logró una especie de “pequeño círculo virtuoso“, que para analizarlo es necesario remitirse a los comienzos del Estado, nacido en Mesopotamia con la finalidad de cobrar impuestos.


En América Latina, el Estado comenzó procurando cumplir papeles que la inversión privada no cumplía, como la energía eléctrica, que comenzó en la órbita privada. Pasó por diversas épocas, sorprendiendo la eficiencia estatal originaria y, al respecto, resaltó el concepto de funcionario público de José Batlle y Ordoñez, que no pudo mantenerse.

“El nivel de compromiso que estableció en sus ideas fundacionales es enorme, de tal magnitud que el Uruguay no lo pudo seguir, porque el Uruguay está construido por hombres no por idealistas o ideólogos”, dijo.


Lamentó que ese Estado ideal se haya ido enfermando por la historia y el acontecer, “a veces lo saturamos de gente y a veces a las empresas públicas les metimos gente por las ventanas, y después le echamos la culpa a la empresa, por no ser eficiente, lo que no era eficiente eran los hombres manejando la empresa pública, que es otra cosa distinta”.


Mujica recordó que el país intentó ser una especie de Luxemburgo procurando libertad financiera, instancia que fue acorde a un mito de esa época que decía que el sistema financiero era capaz de autorregularse, pero explicó que la realidad demostró que esto no era así y que el Estado tenía que estar presente haciendo controles en forma permanente.


El Presidente dijo que la crisis argentina del 2001 “nos demostró también una lección, la confianza del pueblo uruguayo, en realidad emergimos de esa crisis con un Banco de la República fundido porque creo que tenía menos de 60 millones de dólares, pero muy rápidamente se entró a recuperar, no porque fuera terriblemente eficiente (…) sino porque contaba con la confianza histórica de la nación”.


Confianza y trabajo

La confianza es un factor que no se mide, aseguró, y probablemente lo que se puede plantear en Uruguay no pueda trasladarse a otra parte porque “el Uruguay sin empresas públicas no es concebible, porque componen un todo”.


Visto desde el exterior, este tema fue muy debatido, dijo el Presidente. En tal sentido contó que se le preguntó en innumerables ocasiones sobre si el país no estaría mejor sin empresas públicas, si estas no estaban funcionando como deberían; también fue consultado sobre si votaría en un plebiscito a favor de la privatización de las empresas estatales, a lo cual respondió con un no rotundo.

“Las conclusiones a las que se arribaban eran que éramos un país de esquizofrénicos, pero esto por no conocer la historia del Uruguay”, aseguró.


De igual modo, expresó que “no podemos estar conformes con nosotros mismos, nuestros bisnietos no deberían estar conformes con el trabajo acumulado de nuestros abuelos porque al entrar en una nueva época nos tenemos que exigir muchísimo más”.

Aseguró que “no podemos seguir incorporando en las empresas públicas a gente que viene porque sí, hay que concebirlo como una carrera y formar gente y dedicar esfuerzo a la formación de gente (…) y hay que definir a las empresas como propiedad del pueblo, con nítida claridad”.


Asimismo, reconoció que siempre habrá contradicciones, como en todas las cosas y las empresas estatales necesitan ser parte de una estrategia, de un proyecto, sin olvidar “que son herramientas para sostener los caminos del desarrollo”.

“El defecto de lo público es que tiende a generar una sensación de que a nadie le duele, y por ese lado, de no correr riesgos, los hombres optamos por el camino del menor esfuerzo y no le brindamos toda la energía que podríamos”.


Añadió que “este es un peligro que tiene la empresa pública, pero no se debería cometer el error de que por la existencia de este peligro, que es real, dejar de pelear, hay que buscar motivación, premio, ventaja, tratar de premiar al mejor trabajador y no asustarse de que haya ciertas diferencias en el esfuerzo y buscar otros mecanismos de formación”.


También mencionó el ejemplo “pavoroso” de la República Argentina cuando realizó sus transformaciones “menemistas de vender todo para pagar la supuesta deuda exterior y se les derritió todo como un helado en la boca de un`gurí`, no quedó ni el recuerdo y las cuentas se multiplicaron”.


Empresas públicas a favor del desarrollo

Esto repercutió en Uruguay y “estuvimos años sin invertir, a punto de quedarnos a oscuras, e hicimos un caño para tener gas y ahí quedamos; hipotecamos una política nacional de desarrollo de alternativa energética precisamente porque nos dormimos, nos comimos la pastilla de que las reformas liberales implementadas en Argentina iban a crear una sobreproducción que iba a ser ventajosa para la región”, lamentó.


Por todo esto, Mujica se mostró convencido de que las empresas públicas deben estar en el mercado, dentro de una estrategia, pero ser herramientas a favor del desarrollo de esa estrategia.

Esto tampoco significa que los gobiernos centrales tengan que inmiscuirse en todos los rincones de cada empresa pública, porque deben tener su libertad para trabajar, pero “pienso que es muchísimo lo que hay que hacer y que con las herramientas actuales, las empresas públicas, necesitan una masificación de conocimiento”.


“El mayor peligro de nuestro tiempo son las dos caras de la misma moneda, la actitud conservadora que tendemos a generar los seres humanos por miedo a lo desconocido, y por otro lado, la novelería de confundir innovación y creación, y comerse cualquier pastilla que te vengan a vender”, subrayó. Agregó que a nadie se le debería ocurrir actualmente enajenar empresas estatales y tratar de que no inviertan.


“Para fundir a una empresa no se necesita otra cosa que no invertir, porque si no se invierte en nuevas tecnologías está condenada a la parálisis y a desaparecer. Todo el haber de una empresa pública no se debe gastar en parranda ni en sueldos, sino que una buena parte tiene que ser amortización de capital e inversión, y esto hay que entenderlo”, puntualizó.