El uso del poder blando como estrategia de internacionalización – Mter. Daiana Gómez

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En más de una oportunidad se ha expuesto la importancia que tienen los procesos de internacionalización en el crecimiento del comercio exterior y su impacto positivo en el bienestar de cualquier nación. Vale aclarar que internacionalizar denota una gran cantidad de ventajas en lo que concierne no sólo a la diversificación de la oferta exportable sino también a la diversidad de mercados. En este sentido, es cuando el proceso de internacionalización junto con las estrategias de marketing internacional cobran mayor notoriedad, siendo totalmente contrario con productos con poca diferenciación, coincidente en el caso argentino con aquéllos donde el país tiene una supremacía histórica desde el punto de vista exportador. Es así, que en más de una oportunidad se han debatido diversos planes de acción que prioricen la diversificación de mercados y oferta exportable. Ejemplos de ello resultan los pabellones en ferias internacionales, rondas de negocios, misiones comerciales, eventos, exhibiciones y todo tipo de artilugios que permitan promover productos locales con relativa proyección internacional.

Sin perjuicio de lo comentado anteriormente, en reiteradas oportunidades dichas estrategias subestiman el alcance del denominado poder blando o soft power como herramienta efectiva en cualquier proceso de internacionalización.

¿Alguna vez se preguntaron por qué es tan importante el K-pop para la política exterior surcoreana?; o bien ¿“la invasión” americana de franquicias de negocios de diversa índole en México?; o ¿la apelación china a un concepto milenario como “La ruta de la seda” para incrementar su influencia en el mundo? O un poco más autóctono, ¿la figura de Lionel Messi como embajador de toda una nación con poca injerencia en el concierto mundial?.

Improvisadas o premeditadas, todas estas ideas responden en cierto punto al concepto de poder blando. De manera de poder definirlo, resulta de interés mencionar que el mismo fue introducido dentro del ámbito de la geopolítica internacional o relaciones internacionales por el estadounidense Joseph Nye con el objetivo de establecer una alternativa antagónica al concepto de power duro o hard power. De esta forma, si el último consiste en hacer uso de la fuerza o bien la presión militar o económica para poder tener algún tipo de injerencia en el ámbito de otro Estado, el primero procura brindar una imagen positiva frente a otros Estados, llevando a cabo diversas acciones que intentan ser masivas pero sutiles al fin, a través de herramientas vinculadas principalmente a la cultura como ser el idioma, las costumbres, los hábitos, la gastronomía o la música. En un sentido más profundo, el país en cuestión procura transmitir una serie de valores y creencias que definen a su sociedad con el objeto de crear un mayor acercamiento con otros países, a fin de mejorar su posicionamiento en el mundo, su nivel de influencia y su política exterior. Más allá de esto, son varios los autores que sostienen que la estrategia ideal es una combinación o equilibrio de ambos en lo que deviene el poder inteligente o smart power.

De esta forma, desde su irrupción varios fueron los países que se hicieron eco de las ventajas de esta herramienta para mejorar su posicionamiento a nivel internacional. En mayor o menor medida, los Estados han invertido en crear o impulsar diversas maniobras basadas en el poder blando para construir o hasta en algunos casos “limpiar” una imagen deteriorada, mejorando entre otras cosas sus transacciones comerciales, sus negocios internacionales y la recepción de inversiones.

De hecho, de acuerdo a la consultora Brand Finance, la cual anualmente lleva a cabo el Global Soft Power Summit, del cual deviene el Global Soft Power Index, Estados Unidos fue el país con mayor poder blando durante el 2022, seguido de Reino Unido, Alemania, China y Japón. En el año anterior, se ubicaría en sexto lugar, tras Alemania, Japón, Reino Unido, Canadá y Suiza. El ranking toma en cuenta aspectos como desarrollo de sus relaciones internacionales, cultura y patrimonio, medios y comunicación, ciencia, educación, gobierno y respuesta a la pandemia.

En el caso de Latinoamérica, Brasil es líder, seguido de Argentina, siendo que en el caso de nuestro país con respecto al año 2021 ascendió varios puestos. Este impacto positivo, se debió principalmente a una mayor exposición a nivel internacional y su marca en el mundo, probablemente alimentado por la performance del seleccionado nacional de fútbol en la Copa del Mundo Qatar 2022.

Si bien el ranking denota que las potencias son las que más desarrollan el poder blando, su utilización no se limita sólo a éstas, sino que también existen países de ingreso medio como México o Turquía que sacan provecho del mismo.

El caso turco, es uno de los más interesantes para analizar, ya que este país ha hecho un vasto uso de su diplomacia cultural como patrón preponderante en la política exterior desde principios del siglo XXI. Lo que es más, de acuerdo a un informe publicado en 2019 por la UNCTAD, dicho cambio impactó positivamente en su balanza comercial de bienes y servicios de alto valor agregado. Si bien su política exterior abarca cuestiones tales como cooperación para la preservación de la paz regional y mundial, a través del acuerdo Türksoy, y una imagen renovada de conformación de república moderna; un punto trascendente es el uso de sus recursos culturales e históricos para incrementar su injerencia en el ámbito económico mundial. Lo comentado anteriormente, se sustenta en la creación del Instituto Yunus Emre, cuya labor está vinculada a tender redes de la cultura turca que ahonden en el idioma y el patrimonio cultural alrededor del mundo, replicando el objetivo de otros organismos tales como el Instituto Cervantes (España), el Confucio (China) o la Alianza Francesa.

Otro ejemplo, lo representa Midwood que concentra gran parte de la industria cinematográfica y televisiva del país, conocida también como la “Hollywood turca”. Su tarea es imprescindible para contribuir a dicha industria pero también a otras como la del turismo. Tal es así que en un lapso no mayor a una década, Turquía pasó de una exportación nula de contenido audiovisual a ser uno de los mayores exportadores de ficción del mundo cerca de Estados Unidos e India (UNCTAD, 2018).

El caso turco es más que emblemático para esbozar algún tipo de estrategia de inserción internacional a través del soft power. Por otro lado, hay más de un punto en común con un país como Argentina. Para ilustrar, se trata de un Estado de ingreso medio, integrante del G20 y con crisis recurrentes que siempre tienen como foco central su política interior. Asimismo, en los últimos años más allá de ciertos éxitos obtenidos en el plano económico, ha atravesado diversas turbulencias que devinieron en una depreciación constante de la lira turca. Si bien de lo comentado anteriormente surge más de una coincidencia con el caso argentino; la internacionalización turca no es para nada improvisada.

De esta forma, lo expuesto previamente, debería resultar en un claro aprendizaje y modelo para nuestro país. Ahora bien, la pregunta es entonces si Argentina hace uso o no de su poder blando y lo que es más, si el mismo se enmarca en estrategias diplomáticas que trascienden las administraciones. Lo planteado antes es difícil de inferir, si bien se observan acciones aisladas, la realidad es que ninguna de ellas está enmarcada en un proyecto a largo plazo. De hecho, el mismo ranking analizado con anterioridad, implica cierta improvisación a la hora de explotar las ventajas de esta herramienta. Un claro ejemplo es el del acercamiento de la embajada argentina y bangladeshí, luego de ver el fanatismo desenfrenado de un gran número de aficionados de este último país con respecto al seleccionado local de fútbol, alimentado probablemente desde los años ‘80 y que con ciertas estelaridades individuales en los últimos años resurgió. El caso de Bangladesh – Argentina es bastante peculiar y singular, países con una profunda distancia cultural y física pero unidos en los mismos trasfondos económicos y sociales. En el ejemplo analizado, se tiene en frente a un mercado de aproximadamente 170 millones de consumidores que bien podrían multiplicarse si empezamos a observar a otros países de la región como Pakistán o la misma India. Si bien con éste último Mercosur tiene un acuerdo de preferencias arancelarias, bien podría promover convenios con los demás.

De lo comentado resulta menester el desarrollo de programas desde la diplomacia que se enmarquen en una política exterior clara y duradera. Por otro lado, resulta preponderante evitar caer en el potencial poder blando que Argentina podría alcanzar y diseñar planes de acción concretos, aprovechando las ventajas competitivas que nos otorga la excelencia o el talento de connacionales. El verdadero desafío es entonces trascender lo idílico y trasladarlo al mundo empresarial / comercial, esto se traduce en más exportaciones. Dicho de otro modo, la construcción de poder blando haciendo uso de ventajas con las que ya cuenta nuestro país mejoraría el panorama de negocios empresariales, lo que devendría en un fortalecimiento del comercio exterior. Claro está, que no es tarea exclusiva de la política exterior, las políticas de promoción de exportaciones y comercial deben acompañar en este proceso, garantizando una real articulación entre las mismas. En este sentido, difícilmente se puedan construir relaciones comerciales duraderas y confiables si desde la política comercial se están cambiando continuamente las reglas de juego en cuanto a barreras arancelarias y para arancelarias.

Como conclusión, el poder blando es una herramienta más que interesante para dinamizar, acelerar y concretar los procesos de internacionalización, lo cual puede mejorar las relaciones económicas comerciales, incrementando el flujo de exportaciones no sólo desde un punto de vista cuantitativo sino cualitativa en lo que concierne a la diversificación de mercados y oferta exportable. Asimismo, si bien las estadísticas exploradas sugieren que hay una relación directa entre las principales potencias económicas y el mayor desarrollo del poder blando, Se trata de una herramienta que está al alcance de cualquier país, independientemente de su tamaño.

Mter. Daiana Gómez