El Mercosur quiere estar de vuelta. Argentina no – Ec. Eugenio Marí

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Argentina no va a acompañar una profunda liberalización del Mercosur. Ese parece haber sido el mensaje de la presidencia argentina del bloque. Pero mientras los funcionarios nacionales hacen malabares, es posible que ya no haya espacio para que las políticas proteccionistas se mantengan.

El mundo y la región son muy diferentes a los permitieron sostener las políticas proteccionistas de las últimas dos décadas. Durante la primera década de los 2000, las exportaciones del Mercosur aumentaron en volúmenes y en precios, esto incluso pese a que la política comercial no fue favorable (en especial en Argentina). La completa integración de China al sistema de comercio internacional fue un gran impulsor, pero no el único. Un importante número de países del sudeste asiático y África, densamente poblados y con ingresos bajos, experimentaron un crecimiento inédito en su historia. Las economías avanzadas también mostraron tasas de crecimiento por encima de la media. Los flujos de inversión internacional fueron récord.

No obstante, después de la crisis de 2008-09, la economía internacional pareció haber ingresado en un estadío de nueva normalidad, con tasas de crecimiento más bajas y precios internacionales también menores. Hacia mediados de la década de 2010 se tornó evidente el estrés que sufría el sistema multilateral del comercio, fruto de una competencia cada vez mayor entre potencias. El escenario se tornó aún más desfavorable de la mano de la crisis del Covid-19, que implicó una fuerte caída del comercio y encendió la competencia por los mercados.

Pese a que el mundo cambió, la política comercial del Mercosur no lo hizo. La realidad exigía que se tomaran medidas para sostener e impulsar el comercio del bloque, para reducir los costos a los exportadores e importadores, para defender los mercados que se habían ganado y para que el Mercosur diese mayores incentivos a la inversión en un mundo crecientemente competitivo.

No hubo modificaciones en los aranceles. Tampoco entraron en vigor acuerdos de libre comercio. El mercado común no se consolidó. Cuando realmente se necesitó una política contracíclica, primaron las necesidades cortoplacistas. Pero esto no fue inocuo.

Hoy, el agotamiento político y económico del modelo se ha tornado evidente. Argentina y Brasil acumulan una década de estancamiento económico. El proceso virtuoso de crecimiento con aumento de exportaciones y reducción de la pobreza hace tiempo se ha detenido. Esta es una de las razones que ha propiciado el cambio de gobierno en los países del Mercosur.

El síntoma es económico, la cura es política. Los gobiernos de Brasil, Paraguay y Uruguay lo tienen claro. Por eso se han fijado dos objetivos: mejorar la competitividad bajando aranceles y abriendo el bloque al mundo, y profundizar la integración con otros mercados vía acuerdos comerciales. La política de estos países mira hacia el futuro, hacia las ganancias que traerían estas medidas. El gobierno argentino en cambio parece enfocarse en las posibles pérdidas y hacer todo lo posible para que nada ni nadie se mueva. No se han propuesto iniciativas realmente relevantes para el bloque y, como mucho, ha habido reacciones ante las propuestas de los demás socios.

Una organización que rechaza el futuro es una organización que, más tarde o más temprano, está destinada a desaparecer. El Mercosur parece querer resistir este destino.

La clave del futuro del bloque la tiene Brasil. Es la gran potencia regional y una de las diez economías más grandes del mundo. Representa tres cuartas partes o más del territorio, población, producción, comercio e inversión del Mercosur. No solo eso, sino que además necesita una plataforma comercial dinámica para apoyar sus aspiraciones internacionales. Si termina de volcar su peso hacia la agenda de apertura y revitalización del Mercosur, entonces es difícil pensar países o estrategias con el poder de resistir este impulso.

En este sentido, el papel geopolítico que está realizando Argentina es el de una persona que baja a las vías para enfrentar al tren que viene con la esperanza de poder detenerlo. Aquí hay dos decisiones simultáneas, la del conductor del tren (Brasil), que debe decidir frenar o seguir, y la de la persona (Argentina), que tiene que elegir entre permanecer en las vías o subir al andén y tomar el tren. El choque es equivalente a la ruptura del Mercosur. Invito al lector a que coloque las probabilidades de los 4 posibles escenarios.

Habrá que prestar mucha atención a los acontecimientos durante la venidera presidencia brasileña del Mercosur. En los últimos años la agenda de liberalización ha ido ganando momentum (el tren viene más rápido). La suspensión por parte de nuestro país de la reunión de Cancilleres de la semana pasada es una muestra más de ello (nadie organiza una reunión donde sabe que tiene todo para perder) ¿Argentina se subirá al tren?

Ec. Eugenio Marí

Junio 2.021

Economista y Docente de Economía Internacional UCEMA. Colaborador Fundación Libertad y Progreso.