A propósito de la abogacía, un poco de Gracián – Por Dra. Paula Winkler
A propósito de la abogacía, un poco de Gracián,
por la Dra. Paula Winkler
«No hazañero, sino hazañoso. Hacen muy de los hacendados los que menos tienen para qué. Todo lo hacen misterio, con mayor frialdad: camaleones del aplauso, dando a todos hartazgos de risa. Siempre fue enfadosa la vanidad, aquí reída: andan mendigando hazañas las hormiguillas del honor. Afecte menos sus mayores eminencias. Conténtese con hacer y deje para otros el decir. Dé las hazañas, no las venda (…). Aspire antes a ser heroico que a sólo parecerlo», decía Baltasar Gracián en su «Oráculo manual y arte de prudencia».
Existe el azar hasta en lo más serio, y, precisamente porque existe, los humanos tendríamos que afilar el lápiz y tomar precauciones, sobre todo en la tarea de sentenciar, ocuparse de la ley y hacer justicia. Esta labor, difícil y estupenda, requiere más de paciencia que de exponerse a los brillos de la vida. Porque no se trata de sentirte una eminencia si los demás no te ven así y, aunque jamás obtuvieras ese crédito, como se trata la abogacía de una profesión de compromiso, deberías continuar igual tu camino, seguro de tu conciencia.
Gracián, perteneciente a la Compañía de Jesús, escribió en aquel, su compendio de instrucciones éticas un verdadero tratado sobre la prudencia, lejos de la pura moral y cerca del saber popular. En su entender, «prudente» no es aquel que se pone a sí mismo como modelo ni mucho menos el que ofrece un ordenado discurso de sus cosas para los demás. Prudencia y razonabilidad van de la mano para Gracián, y no hay prudencia sin un imprescindible lazo al prójimo, lo cual lleva implícita la renuncia al ego, a lo propio.
Por lo demás, hay abogados cuyo nombre es puro nombre a poco que se lean sus textos anoréxicos, escuálidas sentencias, o escritos con demasiada cita y poca elaboración personal. Como dijera mi abuela, cuántos filósofos tan profundos y certeros como Aristóteles habrán quedado en el camino.
Gracián aún hoy es moderno y, por eso mismo, sobrevive a la postmodernidad: «conténtese con hacer y deje para otros el decir», afirma, en efecto, en sus aforismos, contrapuestos a un mundo globalizado en el que, temporáneamente, solo parece tener valor lo que circula y lo que vende, Y «dé las hazañas, no las venda», recomienda también Baltasar Gracián. Porque el saber – que es mucho más que el conocer – aconseja bien.
En un mundo de solícitas y efímeras apariencias, en el cual lo privado y lo público se han convertido en una misma y aterradora cosa, aun en el orden profesional, quizás quienes tenemos que ver con la ley deberíamos insistir en que puede más solo quien más y mejor hace en sus rutinas del silencio. Es que mejor juez es quien más y mejor resuelve, y brillante abogado, aquel de quien loas hablan sus clientes. Por lo tanto, desconfíe el público en general del que mucho brilla pero poco hace en lo enteramente suyo, pues no basta con parecer heroico – dice Gracián.
Claro que los héroes de moda son aquellos que todo lo logran y su tarea deviene siempre exitosa. (Éxito y prestigio no son la misma cosa, a Dios gracias.) Por eso, si los que sin ser idolatrados o copiados al infinito, hacen lo que se debe en silencio (y lo hacen además lo mejor que pueden, con perseverancia y compromiso), habrán compensado un poco los voluntarismos ignorantes tan en boga, demasiado innecesarios para los requirimientos reales del hoy.
Dra. Paula Winkler